De la Mujer a las colectivas.

Reflexiones en torno a una selección de perspectivas historiográficas puertorriqueñas, influenciadas por el feminismo: 1970- a la actualidad.

Amado Martínez Lebrón

Movimiento Amplio de Mujeres de Puerto Rico.
EMERGENCIA, performance feminista, 2021.
(Facebook)

Introducción

Muchas de las investigaciones históricas influenciadas por el feminismo en Puerto Rico, coinciden en caracterizarlo como una identidad basada en las mujeres y sus luchas. Se ha escrito la historia con perspectiva feminista desde los roles sociales que han tenido las mujeres a través del tiempo, las restricciones culturales que sufren o han sufrido, y las resistencias que han protagonizado. La perspectiva feminista en la historiografía puertorriqueña se expande en la actualidad hasta postular el feminismo de algunos hombres del pasado, así como para documentar su participación en las luchas de mujeres. Sin embargo, los orígenes del feminismo como movimiento en Puerto Rico se definen en la historiografía como un fenómeno diferenciado de otras formas de resistencia, cuando las mujeres empezaron a confeccionar por sí mismas, una ideología de identidad basada en el género: 

Si bien desde 1850 el tema de la función social de la mujer está presente en el discurso liberal puertorriqueño, recién en la última década del siglo XIX las mujeres empiezan a participar en forma activa en este debate. Son sobre todo las mujeres burguesas letradas, las que a través de la fundación de periódicos, escritura de artículos y publicación de novelas hacen oír su voz en un intercambio que hasta el momento había sido casi exclusivamente masculino.[1]

Clotilde Betances Jaeger

Entre las primeras definiciones del feminismo, asociada a una mujer puertorriqueña asumiendo conscientemente esa identidad, se encuentra la que esgrime “…la escritora feminista […] Clotilde Betances Jaeger, publicada en el semanario hispano-neoyorquino Gráfico en un artículo dedicado a la cubana Mariblanca Sabas Alomá.”[2] Clotilde Betances Jaeger (1890- circa 1970) formó parte de un núcleo de feministas hispanas en Nueva York organizadas alrededor de la publicación del semanario. Así define el feminismo la puertorriqueña en el 1930:

Feminismo, como pocos lo entienden es una teoría, un culto, o una práctica de todas aquellas personas que sustentan la firme creencia de que la sociedad como está constituida, con sus leyes, sus convencionalismos y condiciones, entraña serio obstáculo al libre desarrollo de la mujer y quieren hacer desaparecer las inhibiciones y restricciones que tienden a alejarla de las relaciones y condiciones políticas, sociales y económicas. También se llama feminismo a la propaganda inteligente y sistemática a fin de conseguir los cambios necesarios para este nuevo estado de cosas.[3]

Debo insistir que en esta reflexión no estoy aspirando a definir el feminismo puertorriqueño, aunque acepto que de alguna forma quedará caracterizado, sino que estoy más que nada interesado en estudiar cómo se ha escrito la historia de Puerto Rico bajo la influencia del pensamiento feminista.  Si bien la ideología feminista se hace visible para la historia durante el siglo XIX y algunos colocan su origen inclusive con la Ilustración, durante el siglo XVIII, la historia producida desde la ideología feminista no se manifiesta en la Isla hasta la década de 1970. Norma Valle Ferrer (n. 1947), una de las pioneras de la historiografía feminista en Puerto Rico, se convierte en parte de ese primer acercamiento cuando hizo pública la producción intelectual de Luisa Capetillo (1879-1922) en el 1975 y ubicó en ese personaje los albores del feminismo puertorriqueño. Sin embargo, en su reconstrucción del pasado feminista Valle Ferrer lo asocia con Bakunin, Malatesta, Sorel, la clase obrera y el anarquismo.[4] Igualmente, establece que no fue una identidad diferenciada a principios del siglo XX, y que inclusive lo que podría entenderse como feminismo, parece haber nacido dividido entre las mujeres burguesas privilegiadas, y las obreras socialistas como Luisa Capetillo. Para Capetillo, como representante de los inicios del feminismo puertorriqueño, no existía todavía un vínculo que privilegiara la identidad de género por sobre los intereses de clase. 

In principle, Capetillo supported women’s suffrage, and defended it in a Congress of the FLT, but it was not a priority in her daily struggle or in her philosophy of life. In her writings there are no allusions to the topic, or evidence that she joined any feminist groups organized on the Island, aside from those in the labor movement.[5]

Esta reseña de Luisa Capetillo en la prensa estadounidense tal vez la representa menos que la identidad de anarquista con pantalones que se ha popularizado, pero no deja de ser cierta.

En la historiografía puertorriqueña es prácticamente un consenso definir el feminismo como la lucha por justicia de género, en una secuencia de etapas históricas. La periodización del feminismo, por lo tanto, lo describe como un movimiento de resistencia a largo plazo, que ha tenido una serie de momentos sobresalientes que a su vez se han manifestado en la investigación histórica. A las manifestaciones iniciales del feminismo organizado durante los comienzos del siglo XX, la historiografía feminista le ha llamado la primera ola.

Durante la primera ola feminista la lucha organizada de mujeres giró alrededor del trabajo, el voto, y la emancipación. Su aparición se asocia con el desarrollo del capitalismo industrial y sus consecuencias, que en el caso de Puerto Rico incluyeron la relación colonial con Estados Unidos. En este periodo surgen las primeras manifestaciones documentadas de los intereses políticos de las mujeres puertorriqueñas en figuras como Luisa Capetillo, Ana Roqué de Duprey (1853-1933), e Isabel Andreu de Aguilar (1887-1948) entre otras, que se convertirán en protagonistas de parte de la producción histórica de las mujeres del feminismo de la segunda ola.

La segunda ola feminista, a partir de la década del 1970, es producto de los éxitos de la primera, incluido el sufragio y la emancipación, o la lucha de las mujeres por adquirir el estatus de ciudadano adulto en los Estados Unidos. En la década del setenta se consolida el feminismo alrededor de la lucha por los derechos reproductivos y reclamaron participación social, política y económica. Con la segunda ola, aumenta la investigación histórica sobre las mujeres, así como la cantidad de éstas que produjeron historia en general. Para la década de 1980, el feminismo se afianzó en las universidades y muchas mujeres participaron en el gobierno y el debate público gracias a nuevas leyes de integración. Durante esta década también se empiezan a plantear los temas de género en las instituciones gubernamentales locales, gracias a estándares impuestos por el gobierno federal como consecuencia de las luchas feministas en los Estados Unidos, pero también en la Isla. Esto redunda en la creación de agencias estatales, y departamentos universitarios, que estuvieron manejados por mujeres y especializados en los asuntos de género, alineados a los estándares federales de desegregación. Pero además, es producto de las luchas de mujeres puertorriqueñas que localmente representaron las reivindicaciones que compartían con las feministas estadounidenses.

Como muestra de la producción histórica feminista que tuvo su pico en la década de 1980, me referiré a varios de los ensayos de investigadoras puertorriqueñas, que recogió Yamila Azize Vargas (n. 1953) en La Mujer en Puerto Rico.[6] La antología en sí misma constituye una reflexión teórica feminista, basada en la reconstrucción del pasado, y si bien se puede argumentar que discute una diversidad de asuntos relacionados a las mujeres, definiendo la tradición dominante de una cultura machista a lo largo de la historia puertorriqueña desde diferentes circunstancias, comentaré la forma en que se empezaron a discutir en ese momento, temas relacionados con la cultura religiosa específicamente. Para esos efectos, empezaré reseñando la historia del feminismo puertorriqueño que narra Yamila Azize Vargas con su ensayo introductorio a la antología, porque si bien en su momento todavía no era común caracterizar la cultura religiosa como institución con una larga tradición de opresión hacia las mujeres, la autora da fe de que existe un vacío en la historiografía sobre el tema, evidenciado que al menos para ésta, la opresión machista de la Iglesia era ya evidente. Reseñaré también de la antología, la investigación de María T. Barceló Miller, también autora de La lucha por el sufragio femenino en Puerto Rico, 1896-1935, publicado en el 1997, cuando discute la visión sobre las mujeres que articuló la Iglesia; a Marcia Rivera, cuando investiga la educación pública como un modo de perpetuar “la subordinación femenina”; a Mayra Muñoz Vázquez en su análisis del divorcio como fenómeno socio-histórico en Puerto Rico; y finalmente de este grupo, veré el trabajo de Esther Vicente, con su ensayo histórico marxista sobre la norma jurídica alrededor de las mujeres.

Anterior a la década de 1990 el feminismo en la historiografía puertorriqueña se definía usando las metas de una idea de la Mujer, escrita con mayúscula y en singular, que en muchos niveles se entendió como homogénea, delimitada por la biología y el nacimiento, y si bien es cierto que discutieron las diferencias de clase, éstas no se entendían como una condición que diversificara al género, sino como categorías que se consideraban fruto de la desigualdad económica de la Mujer. El concepto de “La Mujer” no se definió como contradictorio hasta las reflexiones que se separaron de la lucha de clases y acuñaron la “diversidad” como cualidad de la identidad feminista a partir de la década de 1990 en la Isla. Esta etapa recibe su influencia teórica de filósofos como Michel Foucault en sus inicios, y se podría extender hasta las intelectuales feministas y decoloniales, influenciadas por Judith Butler y Gayatri Chakravorty Spivak. Para las reflexiones de esta etapa discutiré el trabajo de Madeline Román[7], en donde se inaugura la relación entre feminismo y posmodernismo en Puerto Rico, seguido por Gladys M. Jiménez Muñoz,[8] cuando discute la diversidad de discursos sufragistas en el periodo de 1927 al 1929 y establece una relación entre feminismo y colonialismo, influenciada por Gayatri Spivak; y finalmente, me acercaré a Ivette Romero Cesáreo,[9] porque trabaja también el feminismo puertorriqueño como un fenómeno diverso, pero lo hace desde su lugar en la academia estadounidense.  

El feminismo, tras lo que se puede entender como una ruptura con la tradición socialista y la lucha de clases, se empieza a describir como un proyecto de liberación en sí mismo, aplicable como modelo a otros sectores oprimidos y capaz de liberar la sociedad. Este feminismo responde básicamente al mapa que dibujaron las luchas de las mujeres que encarnaron la intersección de múltiples formas de opresión. Participa tanto de la protesta organizada en contra de la violencia institucional, como de los espacios académicos y políticos. Pierde mucha de su influencia marxista, y se apoya en las tendencias decoloniales replanteándose las políticas de identidad desde un feminismo cambiante. El proyecto feminista relacionado a esta tendencia, lo discutiré apoyado en una serie de textos con reflexiones históricas, que incluyen a Ana Irma Rivera Lassén, Gabriela Mora, Elizabeth Crespo Kebler e Irma Lugo Nazario. Terminaré discutiendo brevemente la tendencia política recogida en las colectivas feministas contemporáneas que se organizan alrededor del mundo, con el fin de sugerir lo que podría entenderse como su propuesta histórica, que hasta el momento consiste en describir el pasado para buscar, si no los orígenes de sus opresiones en el presente, la tradición de resistencia de sus identidades, retomando el modelo de las luchas en contra de las desigualdades económicas producidas por el capitalismo, como un principio feminista. 

Los inicios

Norma Valle Ferrer circa 1970
Norma Valle Ferrer

La historiografía feminista que nace en la Isla alrededor de la década de 1970 se puede caracterizar por el deseo de reconocer en las mujeres del pasado el espíritu revolucionario que las historiadoras feministas se encontraban elaborando en sus propias luchas. En ese sentido las feministas buscaron la identidad que le era contemporánea, en las mujeres de siglos anteriores, interesadas en definir los orígenes y las tradiciones de sus luchas. La historiografía feminista de este periodo se caracteriza por ser genealógica y porque se dieron en el contexto de enfrentamientos con el poder desde identidades culturales y políticas, pero también desde nuevas nociones de género y opresión. Los primeros pasos de la historiografía feminista en Puerto Rico, por lo tanto, son dados por las propias mujeres en su proceso de emancipación. En esta fecha, que coincide con la crítica al machismo de la izquierda, empezaron a definirse, además de como obreras, como dueñas de sus cuerpos y su sexualidad. En la década de 1970, por ejemplo, el feminismo estadounidense encabezó una larga lucha por derechos reproductivos, que en el 1973 desembocó en la legalización del aborto con la decisión del Tribunal Supremo en el caso Roe vs. Wade.

En este contexto, y entre los primeros acercamientos a una historiografía de carácter feminista en Puerto Rico, se encuentra la obra de Norma Valle Ferrer, periodista e historiadora nacida en Cabo Rojo en 1947.  Valle Ferrer es reconocida entre otras cosas, como la biógrafa oficial de Luisa Capetillo. No solo adquiere esa distinción con su trabajo investigativo, sino que compiló y publicó la obra de Capetillo, dándole a miles de lectores el acceso a los materiales para construir el pasado del feminismo en Puerto Rico, desde la interpretación de la obra de la anarquista. Norma Valle se caracteriza en su trabajo porque enfatiza en la perspectiva de clases y el carácter anticlerical de Luisa Capetillo, como la base en donde se levanta el feminismo puertorriqueño. Como ella misma señalara, su trabajo es resultado del reconocimiento de un vacío historiográfico identificado por el feminismo de la segunda ola:

Cuando se inició la militancia feminista de la segunda ola en Puerto Rico, para la década de los setenta, carecíamos de materiales educativos para formar a las decenas de mujeres que nos organizamos para luchar por nuestra emancipación. […] Casi cuarenta años después de aquellos fermentos, puede decirse que la bibliografía de artículos informativos, académicos, y teóricos ha crecido sustancialmente. Se han publicado cientos de artículos y decenas de libros.[10]

La autora destaca el ejercicio consciente que llevó al feminismo de su tiempo a la investigación del pasado y establece que su propósito era el de educar para la emancipación. Norma Valle publica su primer libro sobre Luisa Capetillo en el 1975, en el “Año Internacional de la Mujer”,[11] seguido de varios artículos en revistas, que popularizaron el tema. Ese mismo año, como la autora mencionó en una entrevista que le hizo la activista afrofeminista Ana Irma Rivera Lassén, Valle pronunció un discurso en la conmemoración del primero de mayo frente al Capitolio de Puerto Rico y ante líderes sindicales y socialistas defendió los derechos de las mujeres puertorriqueñas, como obreras del hogar.[12] En el 1984, Valle Ferrer retomó el tema de la anarquista con su artículo “Luisa Capetillo, una herejía en la sociedad puertorriqueña” en donde abunda en las posturas anticlericales de Capetillo sentando la base para el acercamiento que caracterizó de forma sobresaliente al feminismo a partir de la década de 1980 y que enfrentó a las mujeres de avanzada con el poder político de las instituciones religiosas.

Entre el 1985 y 1986, Norma Valle también discutió la contribución literaria de Capetillo en sus artículos: “El teatro de Luisa Capetillo” y “La voz dramática de Luisa Capetillo”, resaltando el ángulo creativo de la anarquista, pero siempre con la intensión de relacionar la visibilización de los roles de la mujeres puertorriqueñas en el pasado, hasta ese momento ausentes en la narrativa histórica, como una forma de hacer lucha feminista. Los trabajos que inauguran a Norma Valle en la disciplina histórica coinciden, como mencioné, con importantes luchas feministas tanto en la Isla como en Estados Unidos. Por lo tanto, la autora reconoce su propio feminismo en Capetillo, pero establece claramente que si bien existieron muchas coincidencias entre su discurso político, que era mayormente anticlerical y anticapitalista, y el feminismo que surge a partir del 1970, no existió en Capetillo una identidad feminista independiente de lo que se pueda entender como su conciencia de clase. 

El feminismo de Valle Ferrer es producto de la influencia de las ideologías de izquierdas que dominaban el ambiente intelectual durante los primeros pasos de su obra histórica. Sobre el tema decía en retrospectiva: “Nosotras sí logramos despertar un sentimiento en el movimiento obrero sobre la importancia de nuestra participación, pero ellos [el movimiento obrero] resentían eso…”.[13] Es importante señalar que durante el periodo en que Valle Ferrer inicia su investigación de carácter histórico, también las instituciones culturales se vieron influenciadas por el feminismo y publicaron trabajos de investigación relacionados a mujeres, como cuando el Instituto de Cultura Puertorriqueña publicó las obras completas de Lola Rodríguez de Tió[14], cuando se exhibió el documental Vida y poesía de Julia de Burgos (1979), de José García Torres; y cuando la Comisión para el mejoramiento de los derechos de la Mujer empezó a investigar la situación social de las mujeres en Puerto Rico, desde los parámetros que estableció el gobierno estadounidense.[15]

En Luisa Capetillo: una mujer proscrita, obra publicada en 1990, con tres reediciones, incluyendo una traducción al inglés, Norma Valle Ferrer presenta la reflexión madura de su principal tema de investigación como historiadora.[16] La investigadora repasa material de archivos, pero también consigue entrevistas con la hija de Luisa Capetillo, Manuela Ledesma; y con su sobrina, Julie Capetillo de Fair, destacando el testimonio y la tradición oral como métodos investigativos. La obra para la autora significaba que “…I renew my commitment to continue to bring to light the history of Puerto Rican women. For as we know ourselves better, we can more fully identify our role in society.”[17] Con este acercamiento, la autora le atribuye formalmente al proyecto feminista un rol historiográfico que es crucial para su desarrollo. 

Las historiadoras feministas profesionales

Yamila Azize (EnciclopediaPR.com)

En el 1987 se publicó la colección de ensayos de investigación, La mujer en Puerto Rico. Su editora, Yamila Azize, había publicado en el 1985 su propia historia de las luchas feministas en Puerto Rico bajo el título de La Mujer en Lucha.[18] La obra del 1987, sin embargo, es una antología que recoge los trabajos de nueve investigadoras puertorriqueñas de disciplinas sociales y humanísticas diversas, para presentar lo que sería una idea de “la Mujer” que permitiera reconocer, tanto “los orígenes como la evolución del movimiento feminista.”[19] Si bien en la historia del feminismo en Puerto Rico que narra Azize, declara que “El modelo único de mujer pasa a ser cosa del pasado”[20], como producto de la reflexión que hace del feminismo dividido por la lucha de clases, entre feministas burguesas y las obreras, tanto ella como las investigadoras de su generación, continuaron refiriéndose a “la Mujer” en lugar de hablar de “las mujeres.” En este período historiográfico no se reconocían todavía las vertientes del feminismo basados en la identidad de raza, ni las propuestas desde la sexualidad alternativa que se empiezan a investigar en la historiografía a partir de 1990 en Puerto Rico. 

Las investigadoras profesionales, indagaron en los archivos y documentos conocidos, buscando muchas veces a las mujeres por primera vez. Escudriñaron documentos periodísticos, legales, eclesiásticos, gubernamentales y literarios, entre otros, consiguiendo con el auge en las investigaciones que impulsaron, que las mujeres se convirtieran en sujetos de la historia puertorriqueña. En La Mujer en Puerto Rico, se recogen, además, investigaciones basadas en informes estadísticos del Departamento de Salud entre otras agencias e instituciones universitarias, privadas y estatales, que le fueron contemporáneas y que se anotan como victorias de los movimientos de las mujeres. Si bien con la antología editada por Yamila Azize se puede argumentar que la historiografía de la época se diferencia principalmente por la idea de un feminismo multidisciplinario, en este trabajo comentaré varios de los ensayos publicados en la antología, con el fin de reconocer directa o indirectamente, una tendencia feminista que empieza a discutir a la cultura cristiana y sus instituciones, como promotoras del machismo.

Yamila Azize argumenta en su ensayo introductorio a La Mujer en Puerto Rico, que los orígenes de la ideología asociada al feminismo puertorriqueño se remontan a Europa y se manifiestan desde el siglo XIX, pero no es hasta la década de 1970 que se puede empezar a reconocer en Puerto Rico una identidad feminista en la investigación histórica. De una parte, surge de la lucha y los intereses de las mujeres; de otra, “gracias a nuevas tendencias historiográficas”[21], refiriéndose a las influencias estadounidenses. Las investigaciones tuvieron en común, sobre todas las cosas, que fueron motivadas por la ausencia de referencias a las mujeres en la historia puertorriqueña. Azize no profundiza en el anticlericalismo como un principio que haya distinguido a las luchas feministas en su reconstrucción personal del pasado, pero sí lo reconoce con su selección de temas para la antología que organiza, en donde se recogen los asuntos que son abiertamente “…los más urgentes en la agenda feminista” porque “aportan información apenas conocida hasta ahora sobre áreas cruciales para las mujeres en Puerto Rico como la religión…”[22]

María T. Barceló Miller

María T. Barceló Miller, historiadora y profesora, con su participación en la antología le dio un impulso importante al tema del rol que ha jugado la Iglesia en la opresión de las mujeres. Su trabajo investigativo sobre la visión que ha tenido la institución religiosa respecto a éstas se convierte en un importante precedente historiográfico. Su interés surge, según lo expresa, de la ausencia de una historia de la Iglesia Católica que permitiera medir su impacto en Puerto Rico, en especial su participación catalogando y administrando los roles sociales de las mujeres.[23] La autora, valiéndose mayormente de documentos oficiales de la Iglesia, reconstruye parte de la trayectoria de esa institución en la Isla, para narrar desde el siglo XVIII cómo la tradición católica ha opinado sobre las mujeres en Puerto Rico. 

Entre las contribuciones de Barceló Miller, se encuentra la forma en que le permite al lector reconocer que la Iglesia incide en la ley de los estados, y cómo le otorga poder y privilegios a los hombres en la cultura. La narración de la historiadora nos permite relacionar muchos de los actos que marginan a las mujeres, con las tradiciones religiosas y se suma a una serie de trabajos que habían iniciado la historia de la Iglesia Católica desde perspectivas seculares, en el periodo. Barceló Miller cita específicamente, las investigaciones de Ida Raming, sobre el origen del dominio de los hombres en la institución católica; y la de Mario A. Rodríguez de León, sobre el discrimen de las mujeres también en la Iglesia. Sin embargo, la novedad de Barceló Miller radica en la manifestación explícita de un nuevo feminismo, crítico de la religión. Junto a la reconstrucción de la figura de Luisa Capetillo como antirreligiosa, que hizo Norma Valle,[24]Barceló Miller representa el feminismo que como colectivo en lucha por derechos, reconoce el rol histórico que ha jugado la religión en su opresión. Como lo indica la autora, su contexto la estaba empujando como investigadora el tema de la Iglesia porque las mujeres en lucha, se vieron involucradas en “…las controversias del control de la natalidad, del siempre condenable aborto, del divorcio, … [y] la participación de la mujer en la Iglesia.” [25]

Marcia Rivera

Por su parte, Marcia Rivera, historiadora, directora del Centro de Estudios de la Realidad Puertorriqueña (CEREP), e integrante del equipo de mujeres que levanta el proyecto de estudios de la Mujer en la Universidad de Puerto Rico en Cayey, durante la década de 1980 trabaja el tema de las mujeres desde la historia de la educación en Puerto Rico. Su acercamiento hace destacar la forma en que las mujeres se han relacionado con los sistemas de enseñanza en la Isla tanto siendo alumnas como maestras, y por demostrar la dificultad de acceso a la educación que han enfrentado desde el siglo XVI. Estudia la forma en que se segregaron por género los currículos, así como la manera en que se pauperizó la profesión de «maestro» cuando se convirtió en un nicho laboral de las mujeres. La investigación de Marcia Rivera reconoce que la educación de las mujeres está condicionada al rol económico que le impone la sociedad; y acepta que las escuelas fueron un proyecto de la Iglesia por siglos, pero me hubiera gustado leer más sobre la relación entre la subordinación de las mujeres y la educación, canalizada a través de instituciones religiosas. Sin embargo, entiendo que en ese punto todavía se estaba lejos culturalmente, de poder plantear en la investigación del pasado el machismo como un principio de la cultura católica o del cristianismo en general. La autora señala que desde el 1503, “los primeros esfuerzos por establecer instituciones educativas en Puerto Rico fueron realizados por la Iglesia Católica…”[26], pero no se plantea el sistema de educación como parte de un proyecto de esa institución. Rivera toca el tema de los salarios, los currículos y de la ausencia de una perspectiva de género, para explicar cómo la educación ha puesto en desventaja a las mujeres en la sociedad hasta hoy, pero no parece considerar como necesario, establecer el rol que jugó la religión en la construcción de ese modelo. Aún así, la perspectiva que presenta su investigación en su momento fue un importante aporte a la historiografía puertorriqueña.

Rivera además, subraya que inclusive antes de la invasión estadounidense del 1898 y su decreto de secularidad y libertad de culto, a Puerto Rico llegan los efectos de la cultura secularista hispana, cuando dice: “La literatura sobre el siglo XIX señala que el estado español fue tomando conciencia de la importancia de la educación como mecanismo político y fue quitando esta función a la iglesia…”[27] Si bien la autora lo que busca es resaltar la forma en que las escuelas se convierten en herramientas del poder político, entiendo que cuando sugiere que la religión ya no tenía la misma influencia en las escuelas, deja pasar una excelente oportunidad para describir la educación religiosa que se impartía en éstas, fueran de la Iglesia o no, como machista, precisamente por su profunda raíz en el sistema político religioso.  

También en la antología, Mayra Muñoz Vázquez, catedrática asociada en el departamento de psicología de la Universidad de Puerto Rico, reconocida entre otras cosas por estudiar el impacto de las crisis económicas en la vida de las mujeres, trabajó el tema del divorcio en Puerto Rico haciendo una reflexión histórico-social y definiéndolo como un problema contemporáneo a su investigación. La autora se ve, además de influenciada por el feminismo, por temas psicológicos, económicos, sicosociales y salubristas, que relacionan la estabilidad social con la condición de las mujeres. Su acercamiento busca medir cómo se establecen los roles sociales en la institución del matrimonio, a partir del género, y partiendo de un cuestionamiento a la familia nuclear. La autora se ve motivada por lo que llama el “sentido de culpabilidad que fomenta [en] la sociedad [el] romper con el matrimonio,”[28] y define el divorcio entre otras cosas, como una forma de resistir las “condiciones nocivas u opresivas” de las mujeres. El trabajo consigue cuestionar el concepto de la familia nuclear y la propaganda que gira alrededor de ella como “la institución más importante que tenemos”[29], pero igualmente parece reconocer el matrimonio entre mujeres y hombres como una condición natural en lugar de histórica. Para estudiar la desigualdad al interior del matrimonio como consecuencia del machismo, la autora se basó en testimonios de parejas recogidos en un estudio sociológico mucho mas amplio y que recogía otros aspectos además del matrimonio, buscando demostrar los factores que provocan el divorcio, y tratando de vincularlos a los salarios y a la participación de las parejas en el mercado laboral. Si bien se le llama a la ideología que sustenta el matrimonio y define al divorcio: “el producto de la opresión impuesta por el orden económico-político e ideológico vigente” en ningún momento se habla de la historia del matrimonio como un sacramento religioso, ni de la monogamia como una condición promovida por la Iglesia. Es importante señalar esa omisión, porque se da en el contexto de otros trabajos que sí estaban relacionando el machismo con la religión, y que acusaron directamente a la Iglesia no solo resistiendo el matrimonio, sino promoviendo relaciones que no eran monógamas, ni nucleares, así como uniones entre personas del mismo sexo. Por mencionar solo dos ejemplos, en el 1969 ocurrieron las protestas y motines en Stonewall, en Nueva York y la identidad gay se comenzaba a representar con fuerza en la grandes ciudades. Mientras que en California, Harvey Milk consiguió un puesto electivo en el 1978, convirtiéndose en el primer político electo, abiertamente gay.

Para cerrar este apartado de las investigadoras profesionales en la antología de Yamila Azize, me referiré brevemente a Esther Vicente, abogada y profesora de la Universidad de Puerto Rico, quien elabora desde el marco de la ley, un recuento histórico del rol de las mujeres en la sociedad, para estudiar cómo el feminismo ha afectado el sistema legal. Lo hace porque entiende que “las normas jurídicas […] comunican percepciones importantes a los miembros de ésta,” y los educa.[30]  Se basa en documentos de la Ley porque evidencian parte importante de las condiciones sociales que dominan a las mujeres y que define como uno de los “aspectos superestructurales, que incluyen la moral, el arte, la filosofía y la religión…”.[31] La abogada marxista, describe la historia de las mujeres y del feminismo, como una lucha constante en contra de las leyes que justifican diferencias económicas entre los géneros. El trabajo de Vicente busca abiertamente promover la lucha por justicia legal, como un deber del feminismo. Su reconstrucción de eventos y el vínculo que hace entre las acciones de las mujeres y el cambio en las leyes, es sin duda una importante contribución tanto para la historia del feminismo como para la de Puerto Rico, entre otras cosas, porque establece que es la lucha política la que hace cambiar el derecho.

La posmodernidad

Madeline Román (UPR)

‘Madeleine Román, socióloga y antropóloga, se acerca a principios de la década de 1990 al tema del feminismo desde los términos que impone el debate posmodernista y tras haber producido obra feminista desde la perspectiva socialista.[32] En ese sentido, constituye una ruptura que presenta un nuevo paradigma. Este feminismo, entre otras cosas, enfatiza en el significado de las palabras y lo que podría relacionarse al giro lingüístico en la historia, tiene igualmente, influencias de la crítica francesa a la modernidad y está influenciado fuertemente por Michel Foucault, [33] con su teoría del discurso, el poder y la sexualidad.[34]

En el 1993, tras el “Coloquio Internacional sobre el Imaginario Social Puertorriqueño”,[35] la Revista de Ciencias Sociales publicó la investigación “Feminismo y posmodernidad en Puerto Rico” de Madeline Román. En la ponencia convertida en ensayo, la socióloga discutió, además de la identidad de las mujeres en el imaginario puertorriqueño, valiéndose de la historiografía feminista y de la historia cultural, los términos de un nuevo movimiento que describe de la siguiente forma:

El feminismo es posiblemente el movimiento social que más se ha pensado a sí mismo. La interrogante de si existe o no un lenguaje o un sujeto específicamente femenino ha sido asumida de formas diversas, convocando tanto abordajes esencialistas como construccionistas o ambos en su interrelación. Mientras un sector de las feministas se ocupaba de deconstruir la categoría (Mujer y-o lo femenino), de afirmar su historicidad o su contenido eminentemente social-cultural, a partir de los grandes referentes causales (maternidad, reproducción, ámbito doméstico, entre otros) y en oposición al discurso patriarcal, las prácticas feministas no académicas se fueron desplazando hacia el lado inverso, esto es, exaltando la categoría (Mujer) en su positividad aún cuando implosionaba [sic] al nivel de las prácticas mismas transformándose de mujer en mujeres.[36]

En su reflexión historiográfica, Román caracteriza el feminismo de principios de 1990, como uno en etapa introspectiva, que se puede asociar con una disminución en la lucha política de las mujeres y una presencia de éstas en los espacios de Poder. Pero también a la caída del bloque soviético, del feminismo con acento socialista, y al reavivamiento religioso gracias a las iglesias occidentales que especulaban con el mercado espiritual de los antiguos estados ateos. La lucha feminista, sin embrago, y gracias a importantes triunfos, también se había recogido y diversificado en la academia, en donde empezó a reflexionar sobre su historia y su propósito. En la búsqueda de ese proyecto de identidad se producen debates que permitieron argumentar la existencia de una amplia diversidad de feminismos, que respondían a nuevos retos establecidos por sectores oprimidos por razón de su sexualidad y/o raza, pero también a los intereses de la academia. Madeline Román es una de las primeras en reconocer la diversidad como una propuesta de sus tiempos y la logra implementar en el discurso feminista histórico, que ya no se describe desde la “Mujer”, sino desde “las mujeres”.  

En este periodo, también se elaboran propuestas de investigación históricas que enarbolan el feminismo, pero no estuvieron basada en el activismo o la autogestión de las mujeres. Parte de la obra histórica que se produce con carácter más formal en la academia, durante los 1990, se ha distinguido además, por hablar del feminismo como una identidad que existe independientemente de las mujeres. En ese sentido, por ejemplo, es que Gabriela Mora en su investigación, “Hostos feminista: ensayos sobre la educación de la mujer”[37], define al educador puertorriqueño desde su Krausismo, como un hombre feminista. La autora se basa en las conferencias que impartió Eugenio María de Hostos en la academia de Bellas Letras de Santiago de Chile en 1873. Gabriela Mora entiende que Hostos es feminista cuando se define el feminismo como “…tener conciencia del estado de subordinación de la mujer, y el compromiso de luchar contra él.”[38] Desde la perspectiva de la autora, Hostos es uno de los primeros exponentes del pensamiento feminista en la historia de Puerto Rico, inclusive antes que muchas de las mujeres. Tanto John Stuart Mill, como José Martí, Alejandro Tapia y Rivera, Nemesio Canales y Manuel Fernández Juncos, entre otros, comparten el distintivo de hombres feministas en la historiografía que se empieza a manifestar a partir de los 1990, por ser entendidos como agentes activos en la radicalización de las mujeres. Si bien este acercamiento parece sugerir un rol pasivo de las mujeres en los albores de su propia emancipación, debe entenderse que la falta de las voces de mujeres en los documentos responde a la marginación histórica de éstas y no a su carencia de opiniones. Como expone Yamila Azize cuando menciona el proyecto de ley para la emancipación de las mujeres que presentó Nemesio Canales en el 1909, la activistas feministas se valieron de las posiciones de algunos hombres para adelantar su agenda, y en el proceso se hicieron anónimas sin proponérselo. Con el trabajo de Gabriela Mora, sin embargo, se puede argumentar que una lectura reciente de la historiografía alrededor del pensamiento feminista ya no considera como un principio, o parte de su definición, limitarse a una identidad biológica o asignada culturalmente. El feminismo en la historiografía reciente, que estudia a hombres que se pueden caracterizar como pre-feministas, como lo ha hecho Norma Valle y Gabriela Mora, pero también con reflexiones literarias que se han elaborado alrededor de la figura de Alejandro Tapia y Rivera, y Nemesio Canales, proponen la idea de un feminismo que como ideología se remonta al marco conceptual, y se distancia de los límites tradicionales, pero también del activismo de las mujeres. 

De otro lado, en el 1993, la historiadora Gladys M. Jiménez Muñoz, de la Universidad de Nueva York, discutió desde el feminismo asociado al discurso decolonial, el debate del derecho al voto que protagonizaron las mujeres dentro de la cultura puertorriqueña, entre el 1927 y el 1929. [39] En este periodo, se debatió en Puerto Rico si las leyes que le otorgaban el derecho al voto a las mujeres en Estados Unidos podían o debían ser extendidas a la Isla. La extensión del derecho al sufragio de las mujeres a Puerto Rico no fue inmediata y se demandó legalmente al gobierno estadounidense para tratar de conseguirlo en el contexto de discusiones que en muchos espacios políticos ponían por encima de los intereses de las mujeres, los de las identidades nacionales, religiosas y económicas. Jiménez Muñoz, contribuye y enriquece la historiografía feminista en Puerto Rico al caracterizar el periodo dentro de una amplia gama de fuerzas socioculturales que definen bandos y conflictos alrededor del tema del “sufragio femenino”. La historiadora narra el debate apoyada mayormente en ensayos en revistas especializadas, y artículos de prensa, contemporáneos a los hechos, publicados en La CorrespondenciaLa DemocraciaEl Mundo, entre muchos otros, y metodológicamente reconstruye el periodo influenciada por las teorías decoloniales, neo marxistas y feministas, de Gayatri Chakravorty Spivak. La autora hace visible la lucha de las mujeres, pero también expone que algunos sectores asociaron el derecho al voto de las mujeres con la aculturación imperialista. Jiménez Muñoz, sugiere con su recuento, que el feminismo puede entenderse como parte de la cultura que legitimó la autoridad del gobierno estadounidense sobre Puerto Rico. Muestra también la complejidad creada por las intersecciones entre identidades de género, religión y nacionalidad, enriqueciendo la visión que se tuvo del periodo. Con la representación de las contradicciones ideológicas de la época y su debate, la autora construye una identidad histórica de las mujeres en su proceso de lucha, que ya no solo es diversa, sino que provocó propuestas antagónicas desde el punto de vista de la lucha anticolonial. La autora sugiere que el feminismo empieza a separarse del nacionalismo y del catolicismo en esta época. Su investigación, sin embargo, más que plantear una lección histórica, favorece describir los choques de ideas como creadores de cultura, cuando define cómo estos afectaron las definiciones y los roles que se le asignaron a las mujeres en la sociedad puertorriqueña.

Entre la historiografía feminista que estudió la lucha por el sufragio de las mujeres a finales de la década de 1920 en Puerto Rico, también se encuentra la investigación de Ivette Romero Cesáreo.[40] Romero Cesáreo reconstruye el legado feminista de principios de siglo XX, mayormente enfatizando en figuras representativas de la lucha de las mujeres en la época, como Luis Capetillo, Ana Roqué, Loida Figueroa y Dominga de la Cruz, con el fin de cuestionar la idea de que existe una importante influencia de la cultura imperialista estadounidense y su sistema colonial, en las ideas feministas, así como las del progreso económico y social de la mujeres puertorriqueñas. La autora empieza reconociendo que, desde los primeros movimientos de mujeres sufragistas en la Isla, ha existido un vínculo concreto con las luchas progresistas de los Estados Unidos, pero que también existe una tradición que no se nutre de las influencias estadounidenses y que inciden en la cultura política de la Isla desde antes. Así arguye, “…to say that feminism in Puerto Rico has been the direct result of the «northamericanization» of society is to ignore the historical development of feminist movements in the nineteenth-century.” Para la historiadora, el feminismo se manifestó en sus primeros pasos desde la lucha de clases y sus influencias europeas, antes de la invasión estadounidense. La conclusión de la historiadora, sin embargo, no es solo que existió una tradición de lucha organizada de mujeres hispanas socialistas y anarquistas, anteriores a las propuestas feministas que trajo la cultura estadounidense tras su invasión, sino que la multiplicidad de perspectivas que presentó el periodo dividió al feminismo a partir de sus opiniones respecto al sistema colonial, también. Romero Cesáreo reconstruye el pasado del anarquismo feminista y del feminismo burgués, apoyada en los analisis de Yamila Azize, Norma Valle, Julio Ramos, y usa como fuentes primarias los escritos de las mujeres contemporáneas a los hechos que mencioné a principio de párrafo. Además, tiene un mérito adicional, porque llevó el debate que se estuvo dando en la historiografía puertorriqueña sobre el feminismo anterior a la invasión estadounidense, a los foros intelectuales en los Estados Unidos. Entre otras cosas, participó en el 1994 de un volumen de la revista Callaloo, que la Universidad Johns Hopkins le dedicó exclusivamente a las escritoras puertorriqueñas, reflejando el alcance que estaba teniendo la voz de las mujeres locales en la metrópolis.[41]  

El feminismo en el siglo XXI

Ana Irma Rivera Lassén en el 1975. (http://riveralassensenadora.com)
Ana Irma Rivera Lassén (Facebook)

Ana Irma Rivera Lassén, activista, abogada, miembra fundadora del Movimiento Victoria Ciudadana y electa en el 2020 como Senadora de ese partido, es parte de la historiografía feminista puertorriqueña tanto con las investigaciones que produjo para apoyar su activismo por décadas, como por los documentos que recopiló con el fin de convertirlos en materiales para escribir la historia del feminismo en el futuro.[42] Además de estar activa desde principios de 1970 en las luchas feministas, Rivera Lassén es parte de la vanguardia en las políticas de identidad, relacionadas a la raza y la libertad sexual en Puerto Rico, consiguiendo articular en la práctica las primeras expresiones de un feminismo interseccional que reflejó las necesidades políticas de múltiples sectores marginados y que se incorporan al discurso histórico del periodo, entre otras formas, bajo la consigna de la “diversidad”. La participación de Rivera Lassén en la lucha le propone reflexiones con perfil historiográfico que a su vez le permiten reconocer los cambios en lo que llama las “visiones”[43] feministas a través de los años. Promueve la crónica como un elemento de la reflexión del movimiento y como un modelo legítimo de narrar el pasado. La crónica, o la documentación testimonial de eventos feministas, con el fin de conservar la memoria y los detalles de las luchas, se ha convertido en una práctica generalizada del feminismo basado en el activismo en general, y del activismo performático en específico. Rivera Lassén, puede ser entendida como parte de la tradición feminista, tanto por su aportación como cronista de la lucha organizada de mujeres, como por su reflexión intelectual sobre el pasado. Con una gran cantidad de ensayos cortos, ponencias en congresos, además de manifiestos y entrevistas, la también poeta, reconstruye el pasado siempre con el interés de explicar el rol de las mujeres en el presente y proponer otros futuros. 

En el 2002, por ejemplo, en Visiones futuras para otredades globalizadas, Rivera Lassén, más que narrar hechos y eventos específicos del pasado feminista, aunque enumere algunos, se mueve a la elaboración de una interpretación histórica del movimiento cuando reflexiona sobre sus transformaciones hacia la diversidad, a través del tiempo. Así también, cuando habla de las acciones feministas en la sociedad globalizada, lo hace reconociendo que los cambios culturales, como la globalización, se pueden leer de forma clara y específica en los nuevos feminismos. Para la activista la diversidad como consigna es una consecuencia del nivel más crítico que haya tenido el feminismo hasta el momento, y desde esa lectura señala: 

Los años noventa y lo que ha pasado en este comienzo de siglo [en el feminismo], por su parte, se han caracterizado por la diversidad y el distanciamiento. En Puerto Rico se ha visto el surgimiento de reclamos más fuertes y específicos de mujeres a su derecho a organizarse, por ejemplo, por raza o por orientación sexual.[44]

Con esto Rivera Lassén se refiere en parte a que las relaciones de poder/marginación, se repiten en múltiples instancias y niveles, creando desventajas para algunos individuos, aún dentro de los espacios que por un tiempo se consideraron revolucionarios. Los sectores oprimidos, dentro de los grupos oprimidos, van subdividiendo las identidades de marginación, pero también las culturas de resistencia. Según lo expuesto, la propia ideología feminista ya empezaba a proponer distancias entre las diferentes identidades de las mujeres, creando nuevas fragmentaciones, que añado yo, recuerdan las que se dieron entre obreras y burguesas; religiosas y anticlericales; o académicas y activistas. Rivera Lassén reconoce, con su mirada histórica, “que nada es estático, ni los valores sociales, ni las normas culturales, ni las sexualidades, ni las identidades nacionales, ni tampoco las visiones de cambio social, incluyendo las feministas.”[45] La activista define la historia que practica, por lo tanto, cuando narra el pasado apoyada en los cambios que ha experimentado el feminismo desde la década de 1970, con el fin de identificar los elementos que entran en acción cuando se trata de transformar la cultura y sus proyectos políticos. Para Lassén, la “feminista […] es una postura ideológica de un movimiento profundamente transformador de las relaciones humanas”: una fuerza que cambia a la sociedad; y se entiende, como parte de los movimientos que estudiaban “el tema de las intersecciones de análisis de género, raza, orientación sexual, etnicidad, clase, posición económica, entre otros…”.[46] Las posturas sobre las intersecciones, representativas de una comunidad feminista internacional en ese periodo, empiezan a reconocer que no existe un solo feminismo, sino muchos y defienden las diferencias ideológicas, como otras mujeres en el pasado defendieron la diversidad en las mujeres. Esta perspectiva afectó la forma en que se contó la historia en general y la de las mujeres en específico, porque entre otras cosas, se empezó a redefinir la categoría de las mujeres en una multiplicidad de espacios, tareas, tiempos, y frentes. A principios de la década de 2010, por ejemplo, las teorías feministas empezaron a manifestarse en la historia, con investigaciones que se dedicaron a reconstruir el pasado de las mujeres, en una caracterización que incluyó a las identidades transexuales, transgéneros y queers, entre otras, y que se elaboraron como parte de las luchas y reivindicaciones de estas comunidades en su momento.[47]

Ana Irma Rivera Lassén, junto a Elizabeth Crespo Kebler, es también coeditora de Documentos del feminismo en Puerto Rico: facsímiles de la historia, [48] una serie de materiales producidos por las luchas feministas desde la década de 1970, impreso y publicado por la Editorial de la Universidad de Puerto Rico, en el 2001. En el libro se incluyen transcripciones de entrevistas, testimonios de feministas, biografías, hojas sueltas y artículos de periódicos, entre otras cosas. Tanto la selección, como el hilo conductor que distingue a la publicación, constituyen en sí mismos testimonios elocuentes de una tradición de lucha en Puerto Rico con elementos y caracteristicas muy particulares. Elizabeth Crespo Kebler es socióloga y activista, y como Rivera Lassén, forma parte de los movimientos de raza y género desde la década de los 1970. 

Elizabeth Crespo Kebler (80grados.net)

Crespo Kebler aborda el tema del género desde la tradición de lucha en Puerto Rico, y el de la raza, lo asume como parte de la identidad nacional puertorriqueña. Es autora de un artículo titulado “Ciudadanía y nación: debates sobre los derechos reproductivos en Puerto Rico” [49], que estudia la relación que ha tenido el nacionalismo puertorriqueño con las luchas feministas. En el texto, la autora señala como parte de sus argumentos introductorios que “las organizaciones feministas presentaron perspectivas sobre la ciudadanía que los discursos nacionalistas no habían contemplado.”[50] Entre otras cosas, estudia el rol que tuvo el feminismo en definir la ciudadanía, llevando al ámbito público y político, asuntos considerados parte del espacio privado o íntimo. Entre esos temas se encuentran el trabajo en la casa, pero también la sexualidad de las mujeres y los derechos reproductivos. Con la apertura del hogar al ruedo público y económico, argumenta Kebler, ya no se pudo dejar fuera de las definiciones de identidad nacional o ciudadanía, las necesidades específicas de las mujeres. La autora se define como influenciada por la obra de Carole Pateman y la categoría patriarcal de la ciudadanía, y se posiciona como crítica de los conceptos universales. Entre sus posturas más visibles, se encuentra establecer que: “…el reto de las feministas es proponer otra visión política que cuestione de forma radical los supuestos sobre la categoría mujer.”[51]

Para establecer el argumento histórico que le sirve de base a su postura feminista sobre el nacionalismo, la autora estudió el desempeño político de la organización Mujer Intégrate Ahora (MIA), encabezada entre otras, por Ana Irma Rivera Lassén durante la década de 1970. Su reflexión del pasado, remontada en una selección de artículos, manifiestos organizativos, documentos internos de organizaciones, y la memoria, definen que existió una división fundamental entre las feministas de la segunda ola en Puerto Rico. La división se manifestó básicamente, en las posturas que tuvo el feminismo respecto al estatus colonial de Puerto Rico. En el argumento que construye la autora, sale favorecida la forma en que MIA rompió con la categoría de nación, como rompió con la categoría de mujer, representando lo que para Crespo Kebler es un hito importante en la tradición feminista y su distanciamiento de “Las interpretaciones universalizantes [que] hicieron de la mujer un sujeto unitario con una subjetividad unidimensional.” [52]

Para cerrar este apartado, me interesa mencionar, aunque sea brevemente, la representación de otra tendencia historiográfica que se manifiesta en la disertación de Irma Lugo Nazario defendida en el 2015,[53] y en donde investigó el feminismo de la década de los 1970 y 1980. Lugo Nazario estudia específicamente el feminismo que se insertó en las instituciones oficiales, usando como ejemplo la creación del “Departamento de Estudios de las Mujeres y el Género”, de la Universidad de Puerto Rio en Cayey. La investigadora reflexiona sobre el alcance del feminismo en las instituciones, con el fin de demostrar entre otras cosas, el impacto que han tenido sus luchas. Basa su investigación principalmente en entrevistas y fuentes oficiales que le llevan a concluir que el feminismo al interior de las instituciones todavía es un movimiento de mujeres en “resistencia y liderazgo”, [54] aún cuando parezca estar insertado exitosamente en los espacios de poder. En otras palabras, parecería sugerir la autora, el acceso de las mujeres a los espacios de autoridad tradicionales no ha evitado la desigualdad entre los géneros porque todavía se resiste y se lucha por el liderazgo. En el caso particular de su estudio, y dentro de las instituciones académicas en general, todavía no se resuelven las desigualdades, pero tampoco se disipan las luchas que las mujeres protagonizan para conseguir justicia de género, como lo demuestra el feminismo contemporáneo a este escrito y al que le dedico el próximo segmento.

La historia y los feminismos de las colectivas

La Red de Colectivas Juveniles Feminista en Rebeldía contra el Patriarcado es un espacio articulado conformado por 11 colectivas de mujeres jóvenes del territorio Nacional Salvadoreño. (https://www.facebook.com/redcolectivasfeministas/)

Mi intención en el transcurso de esta reflexión no ha sido escribir una historia del feminismo puertorriqueño, sino ver cómo el feminismo ha pensado y escrito sobre el pasado, o cómo el feminismo ha inspirado la investigación histórica. Aún así, y para concluir esta breve travesía, quisiera incluir un comentario sobre algunos movimientos contemporáneos, aunque a mi mejor entender, todavía no impacten la investigación histórica en Puerto Rico. Me refiero a los movimientos asociados al modelo de las colectivas feministas que se organizan alrededor del mundo, y en donde ya se empiezan a percibir desde sus voces organizadas, algunas reflexiones o narrativas históricas que le van siendo características. El fenómeno de las colectivas feministas se ha estudiado directa o indirectamente en investigaciones con base en España,[55] Argentina,[56] Chile,[57] México,[58] entre muchos otros países, y consistentemente se ha discutido como parte del proyecto de resistencia que rescató las plazas de importantes ciudades del mundo. Estos movimientos asociados a los principios fundamentales de la lucha de clases, incluyeron a EEUU, con lo que se conoció como “Occupy Wall Street” a partir del 2011; pero, además, a “…la Primavera Árabe o el 15M en el estado español, el #YoSoy132 en México en 2012 o #NuitDebout en Paris en 2016…”.[59]  Añade Guiomar Rovira Sancho que, “…las manifestaciones en las plazas alumbraron un devenir feminista de la acción colectiva que es simultáneamente in situ y online (es decir, “onlife”).”[60]

No me consta que en Puerto Rico existan trabajos históricos específicamente, bajo las tendencias de las colectivas del feminismo interseccional, como para poder sentirme en la posición de definirlo formalmente y contrastarlo con la historiografía feminista local que ha sido publicada hasta el momento. Sin embargo, en las investigaciones que sobre el feminismo de colectivas se han hecho en otras disciplinas, tanto en el mundo, como localmente, se suelen relacionar sus luchas con la acción virtual y al activismo basado en poner los cuerpos, reinterpretados por las propias mujeres, al servicio de sus causas. El colectivismo feminista se ha aplicado a la investigación histórica indirectamente, en trabajos multidisciplinarios, cuando por ejemplo, se ha estudiado el pasado con el fin de caracterizar los movimientos feministas como redes complejas de apoyo que incluyeron a los hombres; cuando se estudia el arte y el performance de mujeres como parte de la resistencia política del feminismo; cuando se colocan con fuerza en el uso de tecnologías; y cuando rescatan tradiciones ancestrales por medio de la oralidad, la crónica y las reflexiones grupales. Muchos de estos acercamientos feministas a la disciplina histórica, se dan como introducción a sus propuestas políticas. Bajo la influencia de los feminismos de colectivas se ha estudiado el pasado usando como fuentes documentales la tradición oral, pero también la simbólica, como cuando narran historias feministas a través de trabajos textiles, ceremonias, bailes, cuentos y canciones. Se basan igualmente, en diarios íntimos de mujeres, sus intercambios de cartas, así como la literatura, además de los tradicionales artículos en revistas y periódicos auto gestados.[61]

Cartel conmemorativo del 9 de marzo 2021.
Colectiva Feminista en México.

Debo aclarar, antes de continuar, que me parece importante reconocer el trabajo de las organizaciones feministas contemporáneas caracterizadas por el activismo, aunque no contemos todavía con alguna muestra de investigación histórica producida desde sus ideologías, porque soy testigo de cómo protagonizan importantes luchas que están transformando la opinión pública y porque ya se puede notar cómo empiezan a tantear sus propias reflexiones históricas en algunas de sus publicaciones. Por toda América existen cientos de investigaciones relacionadas a las tendencias colectivas del feminismo basadas en la intersección de opresiones, que se han vinculado entre otras cosas, con el posestructuralismo de la filósofa estadounidense Judith Butler, el neo-marxismo y/o las teorías decoloniales, de la filósofa indoamericana, Chakravorty Spivak, y al feminismo que propone “…una definición del activismo basado en el poner el cuerpo, planteado por la filósofa Marina Garcés.”[62]

En Puerto Rico, el feminismo de colectiva “…entró a la arena política en el 2014” como lo establecen sus líderes en un ensayo publicado a nivel internacional en el 2021, y que usaré como referencia en este apartado. [63] La versión puertorriqueña del fenómeno mundial, caracterizado por la lucha auto-gestada de mujeres contra la violencia y la desigualdad económica, que experimentan de forma especial por razón de género, pero también por raza y sexualidad, tomó el nombre de Colectiva Feminista en Construcción. Existen algunos ensayos, y un puñado de artículos,[64] en donde se habla específicamente sobre la Colectiva Feminista en Construcción, y me encontré inclusive con una tesis de maestría en el programa de psicología de la UPR, publicada en el 2019, que estudia su relación con las Tecnologías de la Información y Comunicaciones (TIC).[65]

Pero si bien el feminismo contemporáneo se puede trabajar desde las ciencias sociales, que entre otras cosas, responden a lo actual, y a las dinámicas políticas que crean y sostienen las relaciones sociales, la historiografía es básicamente la reconstrucción de conflictos ya pasados, o de eventos históricos lejanos. En ese sentido, la Colectiva Feminista en Construcción es parte del presente, y como dicta su nombre es además contingente porque está en “construcción”, por lo que las reflexiones sobre su impacto en la historiografía todavía tendrían que esperar un tiempo. Aún así, entre sus cuadros, ya se ha empezado a plantear como parte inseparable de sus luchas, la necesidad de estudiar el pasado. 

Logo de la Colectiva Feminista en Construcción

Para presentar algunos de los elementos característicos del pensamiento histórico de la Colectiva Feminista en Construcción, me referiré brevemente a un texto producido por Shariana Ferrer-Núñez y Zoán T. Dávila Roldán, que se publicó como parte de una antología titulada, ¿Quién le debe a quién? Ensayos transnacionales de desobediencia financiera. En el ensayo titulado “Nosotras contra la deuda”, las también líderes de la colectiva plantean su perspectiva histórica como introducción a sus argumentos, concluyendo con referencias a eventos pasados, que la opresión actual es el fruto de una larga tradición colonial y que se debe estudiar a través del tiempo, desde sus efectos en el cuerpo y los espacios, para poder cambiar el presente:

Si es a través de las experiencias de las sujetas-cuerpo racializadas, empobrecidas y endeudadas que se genera una identidad política colectiva, para nosotras es imprescindible situarnos desde la territorialidad cuerpo-espacio-tiempo. Puerto Rico como territorio colonizado ha sido subordinado a políticas de extracción y explotación durante siglos.[66]

La interpretación del pasado y la búsqueda de las tradiciones de desigualdades interseccionales, para poder entender el presente que describen en esos mismos términos, parece ocurrir al nivel previsto por el feminismo de principios de este siglo. Como reconocieron Madeline Román y Rivera Lassén más de 20 años antes, mirando hacia al feminismo del futuro, las “…intersecciones de análisis de género, raza, orientación sexual, etnicidad, clase, posición económica, entre otros…”[67], se encuentran definiendo el feminismo contemporáneo. La Colectiva Feminista en Construcción encarna ese legado cuando se describe como un “Proyecto político de la tradición del feminismo negro, articulando la lucha contra el heteropatriarcado, la violencia antinegra y el capitalismo.”[68] Su relación con la tradición feminista, pero también con la lucha de clase, le permiten reconocer que la opresión es histórica porque “…siempre opera en tres tiempos y de manera simultánea: pasado, presente y capturando el futuro.”[69]

Si bien hasta cierto punto queda sugerido con las colectivas, que se cumple la diversidad de los movimientos feministas que muchas auguraron, y en los términos que lo imaginaron, también es importante anotar que el feminismo de la Colectiva Feminista en Construcción entre otras, no se reduce, sino que se amplía, cuando coloca entre sus reivindicaciones acabar con la explotación económica y colonial de Puerto Rico. Es cierto que se enarbolan identidades marginadas y se lucha contra opresiones de diferentes comunidades minoritarias, pero también se rescata la crítica al capitalismo que las une a todas. El feminismo contemporáneo, cuando asume su perspectiva anticapitalista se expande a toda la sociedad, porque las opresiones, al fin y al cabo, se reconocen siempre por la violencia cultural e institucional que representan, y la pobreza es una de las principales formas de violencia tanto para las mujeres, como para la comunidad negra, la LGBTTQ, los inmigrantes, y las personas con diversidad funcional. La crítica feminista contemporánea se ve empujada a la condena del capitalismo como parte inseparable de su lucha contra la opresión de las mujeres, porque la pobreza agrava todas las desigualdades históricas. 

El anticapitalismo que abandonaron muchas de las feministas que se vieron marginadas por las izquierdas institucionales, y que buscaron desvincularse de los modelos del socialismo machista implementados en Rusia, China, y Cuba, entre otros, es hasta cierto punto redefinido y rescatado por el feminismo contemporáneo de las colectivas. Por ejemplo, las colectivas feministas retoman hoy mucho del espíritu tras los métodos de luchas de la tradición obrera, y como se producían los “piquetes” con sus coros de consignas, para cerrar la fábrica en la huelga, en el feminismo de colectiva se producen actos en donde se pone el cuerpo en los espacios públicos, muchas veces con carácter performático, con el fin de alterar el orden, desobedecer y retar al poder. 

Miembras fundadoras de la Colectiva Feminista en Construcción
en una de muchas luchas contra la violencia machista en Puerto Rico.

Nos posicionamos desde un nosotras como sujetas políticas, precarias y empobrecidas, nos posicionamos de manera frontal y confrontativas ante aquello que nos violenta. Nombrarse desde ese registro no es un mero ejercicio simbólico, la reproducción en sí misma democratiza el poder […] “Nosotras contra la deuda” fue una jornada de experimentación constante, proceso creativo en el que ensayamos subvertir el poder, utilizar los mismos instrumentos del poder en su contra. Ejemplo de este ensayo fue el Embargo Feminista. […] La acción, aunque performática, se nutrió́ de la indignación colectiva, de la vulnerabilidad compartida y de la posibilidad de hacer lo impensable: embargar a la institución que tiene la legitimidad. Ante la mera amenaza de verse embargados por mujeres, cuatro bancos optaron por paralizar sus labores y cerrar sucursales.[70]

En la colectiva se replantea el discurso de la tradición anticapitalista cuando se entiende como una táctica feminista llevar el cuerpo hasta el espacio que se describe como un campo de batalla, algo que refiere en lo más distante a la lucha de clases, pero hace referencia en lo más inmediato a los planteamientos de Michel Foucault, y su caracterización del cuerpo y el poder. Si bien Foucault se vale de nuevos enfoques y términos, para diferenciarse de la terminología modernista que colapsaba a su alrededor, en las posturas de las colectivas, el poder y el cuerpo, parecen referirse también a la lucha de clases, cuando a diferencia de Foucault entienden crucial identificar al capitalismo como una forma de opresión diferenciada y específica. Concluyen las feministas puertorriqueñas en su escrito, hablando desde la identidad de clase que asumen en su lucha contra la austeridad que representa para las mujeres la deuda de Puerto Rico, que: “Al final, esta discusión es sobre el poder: el que se construye, el que se arrebata, el poder en disputa. Esta guerra entre la vida y la muerte nos ubica en uno de dos bandos: ellos o nosotras.” [71] Aquí cuando dicen “ellos”, me parece que no se refieren a todos los hombres, sino que están ilustrando que, en el capitalismo, el poder está dominado por los hombres, como la pobreza define a la mayoría de las mujeres.

Las colectivas redefinen la tradición de la lucha de clase con su crítica al capitalismo, y con el uso táctico del cuerpo. Pero además, el feminismo contemporáneo replantea la lucha de clases cuando definen su filosofía histórica, asumiendo como identidad el rol de sujeto revolucionario, que los movimientos anticapitalistas, entiéndase anarquistas, socialistas o comunistas, le habían asignado a los obreros. Asumen el rol de agentes de la historia porque su liberación redunda en el beneficio de todo el mundo.  Pero, sobre todo, las colectivas feministas en su proceso de resistencia rescatan del pasado aquello que les permita reinterpretar la cultura que habitan, de una forma que no les sea opresiva. Entienden como progreso abandonar el individualismo, y replantean los términos de lucha. Concluyen el ensayo que he venido citando, diciendo:

Ellos se nombran conquistadores en la historia, nosotras guardamos la memoria ancestral y nos rehusamos a olvidar. Ellos niegan nuestra humanidad, nosotras nos sabemos animales colectivos. Ellos crearon un sistema colonial, heteropatriarcal, racista y capitalista, nosotras seguimos en fuga hacia mundos otros. [72]

En conclusión, podría decir que existe una reflexión histórica en el feminismo de las colectivas, que se caracteriza por poner la memoria de las oprimidas por encima de la historia de los opresores, y que entiende el documento autorizado por el poder, como uno inferior al del pasado ancestral, que se transmite a través de los vínculos íntimos del grupo, entre otras cosas, valiéndose de anécdotas, relatos y performances. En la versión del pasado que elaboran las feministas que he venido reseñando, la individualidad es una opresión impuesta por el poder, que niega el carácter colectivo de la humanidad. El feminismo de las colectivas, igualmente, podría ser el que define el colonialismo como una expresión del machismo, entendido como un proyecto cultural relacionado a la heterosexualidad y al privilegio de los hombres. Apunta hacia la crítica de la raza como una forma de justificar la opresión, y al sistema de explotación capitalista, como un acto de agresión. En lo personal, añadiría que el feminismo podría contribuir igualmente a la producción de una historia ateísta, o mínimamente secular, porque las instituciones religiosas como espacios de poder son tan violentas e imperialistas como los estados capitalistas, y en donde se elaboran y se perpetúan las justificaciones machistas más arraigadas en la cultura.


Bibliografía

Artículos

Ferrer-Núñez, Shariana y Dávila Roldán, Zoán T., “Nosotras contra la deuda”, en Silvia Federici, Verónica Gago, Luci Cavallero (eds.) ¿Quién le debe a quién? Ensayos transnacionales de desobediencia financiera,Tinta limón ediciones, 2021.

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Disertaciones Doctorales

Jimenez-Munoz, Gladys. «»A Storm Dressed in Skirts»: Ambivalence in the Debate on Women’s Suffrage in Puerto Rico, 1927-1929.» Disertación Doctoral, State University of New York, Binghamton. 1993. 

Lugo-Nazario, Irma. «La Experiencia De Académicas Feministas en los Procesos Administrativos de Institucionalización de los Estudios De Las Mujeres y El Género En Puerto Rico.» Disertación Doctoral, Universidad de Puerto Rico. Rio Piedras, Puerto Rico. 2015. 

Libros

Azize Vargas, Yamila. Ed. La mujer en Puerto Rico: ensayos de investigación. Ediciones Huracán. Rio Piedras, Puerto Rico. 1987. 

Rivera Lassén, Ana Irma y Crespo Kebler, Elizabeth. Documentos Del Feminismo En Puerto Rico: Facsímiles De La Historia. Editorial de la Universidad de Puerto Rico. San Juan, PR. 2001.

Valle Ferrer, Norma.  Luisa Capetillo. Cuaderno, Edición de autora. San Juan, Puerto Rico. 1975. 

_____. Luisa Capetillo, Pioneer Puerto Rican Feminist. Translation by Gloria Waldman, et als. New York, USA. Peter Lang Publishing. 2006. 

_____. Luisa Capetillo, historia de una mujer proscrita. San Juan, Puerto Rico: Editorial Cultural, 1990.


[1] Cisterna Jara, Natalia  and  Stecher Guzmán, Lucía. “Textual and Personal Dialogues: Carmela Eulate Sanjurjo, Ana Roqué de Duprey and Puerto Rican Feminism at the Beginning of the 20th Century.” Anclajes. vol. 21. No. 3. 2017. 

[2] Vera-Rojas, María Teresa. «Polémicas, feministas, puertorriqueñas y desconocidas: Clotilde Betances Jaeger, María Mas Pozo y sus ‘Charlas femeninas’ en el Grafico de Nueva York, 1929-1930.» CENTRO: Journal of the Center for Puerto Rican Studies 22. No. 2. 2010. 

[3] María Teresa Vera-Rojas. «Polémicas, feministas, puertorriqueñas y desconocidas: Clotilde Betances Jaeger, María Mas Pozo y sus ‘Charlas femeninas’ en el Grafico de Nueva York, 1929-1930.» CENTRO: Journal of the Center for Puerto Rican Studies 22. Núm. 2. 2001. 

[4] En este trabajo citaré la traducción al inglés de la obra de Valle Ferrer. Norma Valle-Ferrer and Gloria Feiman Waldman-Schwartz. Luisa Capetillo: Pioneer Puerto Rican Feminist. Peter Lang Publishing. New York. 2006. Pág. 15.

[5]: Norma Valle-Ferrer and Gloria Feiman Waldman-Schwartz. Luisa Capetillo: Pioneer Puerto Rican Feminist. Peter Lang Publishing, New York. 2006. Pág. 48. 

[6] Yamila Azize Vargas. La mujer en Puerto Rico: ensayos investigativos. Ediciones Huracán. Río Piedras, Puerto Rico. 1987.

[7] Madeline Román. “Feminismo y postmodernidad en Puerto Rico”. Coloquio internacional sobre el Imaginario Social Puertorriqueño. Recopilación. Universidad de Puerto Rico, Rio Piedras. Febrero, 1993.

[8] Jiménez Muñoz, Gladys. «A Storm Dressed in Skirts»: Ambivalence in the Debate on Women’s Suffrage in Puerto Rico, 1927-1929.» Disertación Doctoral. State University of New York at Binghamton. 1993.

[9] Ivette Romero-Cesareo. “Whose Legacy?: Voicing Women’s Rights from the 1870s to the 1930s.” Puerto Rican Women Writers. Callaloo. Vol. 17, No. 3. Johns Hopkins University Press. 1994.Pág. 771.

[10] Norma Valle Ferrer. «Prefacio de la editora.» Revista Identidades, no. 4. 2006. 

[11] Revista del Colegio de Abogados de Puerto Rico. Número conmemorativo del año internacional de la mujer. Vol. 36, núm. 3. 1975. 

[12] Ver más en Rivera Lassén, A., y Crespo Kebler, E. Documentos del feminismo en Puerto Rico: Facsímiles de la historia Vol. 1. Editorial de la Universidad de Puerto Rico. San Juan, Puerto Rico. 2001.

[13] Rivera Lassén, A., y Crespo Kebler, E.. Documentos del feminismo en Puerto Rico: Facsímiles de la historia, Vol. 1. San Juan, Puerto Rico. Editorial de la Universidad de Puerto Rico. 2001.

[14] Meléndez, Concha. “Nuevo verdor florece: homenaje a Lola Rodríguez de Tió.” Obras completas. Vol. 2. Instituto de Cultura Puertorriqueña. San Juan, Puerto Rico. 1970.

[15] Ver, Carmen Leila Cuevas. Lola de América. San Germán: Editorial Cultural, 1969; y Edna Acosta Belén. ed., The Puerto Rican Woman, Perspectives on Culture, History, and Society. New York: Praeger Publications, 1979.

[16] Norma Valle-Ferrer, y Gloria Feiman Waldman-Schwartz. Luisa Capetillo: Pioneer Puerto Rican Feminist. New York: Peter Lang Publishing Incorporated. 2006.

[17] Norma Valle-Ferrer and Gloria Feiman Waldman-Schwartz. Luisa Capetillo: Pioneer Puerto Rican Feminist. Pág. X.

[18] Yamila Aziza. La Mujer en la Lucha, historia del feminismo en Puerto Rico (1898-1930). Editorial Cultural. Rio Piedras, Puerto Rico. 1985. 

[19] Yamila Azize. La mujer en Puerto Rico: ensayos investigativos. Ediciones Huracán. Rio Piedras, Puerto Rico. 1987.

[20] Yamila Azize. La mujer en Puerto Rico: ensayos investigativos. Pág. 17

[21] Yamila Azize. La mujer en Puerto Rico: ensayos de investigación. Pág. 17.

[22] Yamila Azize. La mujer en Puerto Rico: ensayos de investigación. Pág. 24. 

[23] María T. De Barceló Miller. “De la polilla a la virtud: visión sobre la mujer de la Iglesia jerárquica de Puerto Rico.” En La Mujer en Puerto Rico. Editora Yamila Azize. Ediciones Huracán. Rio Piedras, Puerto Rico. 1987. 

[24] Norma Valle Ferrer. “Luisa Capetillo (1879-1922), un herejía en la sociedad puertorriqueña”. Caribe, año IV-V, Núm. 5-6. 1983-1984. 

[25] María T. De Barceló Miller. “De la polilla a la virtud…” Pág. 51. 

[26] Marcia Rivera. “El proceso educativo en Puerto Rico y la reproducción de la subordinación Femenina.” En La mujer en Puerto Rico: ensayos de investigación. Editora Yamila Azize. Ediciones Huracán. Rio Piedras, Puerto Rico. 1987 Pág. 120.

[27] Marcia Rivera. “El proceso educativo en Puerto Rico y la reproducción de la subordinación Femenina.”1987. Pág. 122.

[28] Mayra Muñoz Vázquez. “La experiencia del Divorcio desde la perspectiva de un grupo de mujeres puertorriqueñas.” En La mujer en Puerto Rico: ensayos de investigación. Editora Yamila Azize. Ediciones Huracán. Rio Piedras, Puerto Rico. 1987. Pág. 157.

[29] Mayra Muñoz Vázquez. “La experiencia del Divorcio desde la perspectiva de un grupo de mujeres puertorriqueñas.” Pág. 160.

[30] Esther Vicente. “Las mujeres y el cambio en la norma jurídica.” En La mujer en Puerto Rico: ensayos de investigación. Editora Yamila Azize.Ediciones Huracán. Rio Piedras, Puerto Rico. 1987. Pág. 178. 

[31] Esther Vicente. “Las mujeres y el cambio en la norma jurídica.” Pág. 178.

[32] Ver de Madeline Román, con María M. López. “La hormiga alada o en torno al proyecto feminista socialista: reprivatización y mercantilización de los servicios y la instancia de la subjetividad.” Homines. Tomo Extraordinario, núm. 4. 1987.

[33] Madeline Román. “El problema del Delito”. Facultad de Ciencias Sociales. UPR. Río Piedras. 1987.

[34] Madeline Román. “El Movimiento de Mujeres y la politización de la vida cotidiana: algunas reflexiones en torno al problema del poder”. Revista de Ciencias Sociales. Vol. XXVII, 3-4. 

[35] Madeline Román. “Feminismo y postmodernidad en Puerto Rico”. Coloquio internacional sobre el Imaginario Social Puertorriqueño, Recopilación. UPR. Febrero 1993. 

[36] Madeleine Román. Feminismo y Posmodernidad en Puerto Rico, en Revista de Ciencias Sociales. Vol. XXX. Enero-junio. Núms.1-2, 61.

[37] Gabriela Mora. “Hostos feminista: ensayos sobre la educación de la mujer.” Revista de Estudios Hispánicos. 24, 2. Mayo 1, 1990. 

[38] Gabriela Mora. “Hostos Feminista”, 149. 

[39] Gladys Jiménez Muñoz. «A Storm Dressed in Skirts: Ambivalence in the Debate on Women’s Suffrage in Puerto Rico, 1927-1929.»State University of New York, Binghamton, 1993.

[40] Ivette Romero Cesareo. «Whose Legacy?: Voicing Women’s Rights from the 1870s to the 1930s.» Callaloo 17. Núm. 3. 1994. 

[41] Romero-Cesareo, Ivette. «Whose Legacy?: Voicing Women’s Rights from the 1870s to the 1930s.» Callaloo 17, no. 3. 1994.

[42] Ana Irma Rivera Lassén y Elizabeth Crespo Kebler. Documentos Del Feminismo En Puerto Rico: Facsímiles De La Historia. Editorial de la Universidad de Puerto Rico. San Juan, PR. 2001.

[43] Ana Irma Rivera Lassén. “Visiones futuras para otredades globalizadas”, en Retos Feministas en un mundo globalizado, Centro de Estudios Miguel Enríquez, Chile. 2002.

[44] Rivera Lassén. “Visiones futuras para otredades globalizadas”, 28.

[45] Ana Rivera Lassén. “Visiones futuras para otredades globalizadas”. Pág. 26.

[46] Ana Rivera Lassén. “Visiones futuras para otredades globalizadas”. Pág. 28.

[47] Entre los primeros trabajos sobre el tema de la transexualidad que entraron en ejercicios históricos se puede mencionar a Patrícia Soley-Beltran, y Gerard Coll-Planas, con “`Having Words for Everything’. Institutionalizing Gender Migration in Spain (1998-2008)”, Sexualities 14, no. 3 (2011): 334–53. Jordi Mas Grau, Joan Bestard Camps, José Antonio Nieto Piñeroba, y Universitat de Barcelona. Departament d’Antropologia Cultural i Història d’Amèrica i d’Àfrica. “Subjetividades Y Cuerpos Gestionados: Un Estudio Sobre La Patologización Y Medicalización Del Transgénero.” Dissertation, Universitat de Barcelona, 2015. En el 2016, Derecho a la identidad de género de niñas, niños y adolescentes: de los Dilemas a las Propuestas (Mexico City, Mexico). Derecho a La Identidad De Género De Niñas, Niños Y Adolescentes : Elementos Para Comprender Y Decidir. México: Tribunal Superior de Justicia de la Ciudad de México, 2016.

[48] Ana Irma Rivera Lassén y Elizabeth Crespo Kebler. Documentos del feminismo en Puerto Rico: facsímiles de la historia, Editorial de la Universidad de Puerto Rico. (San Juan, PR, 2001).

[49] Elizabeth Crespo Kebler, «Ciudadana y nación: debates sobre los derechos reproductivos en Puerto Rico.» Revista de Ciencias Sociales Núm. 10 (San Juan, P. R., 2001). 

[50] Elizabeth Crespo Kebler, «Ciudadana y nación”, 57.

[51] Elizabeth Crespo Kebler, «Ciudadana y nación”, 79. 

[52] Elizabeth Crespo Kebler, «Ciudadana y nación”, 79. 

[53] Irma Lugo-Nazario. «La experiencia de académicas feministas en los procesos administrativos de institucionalización de los estudios de las mujeres y el género en Puerto Rico.» Disertación Doctoral. (Universidad de Puerto Rico: Rio Piedras, Puerto Rico, 2015) 

[54] Lugo-Nazario. «La experiencia de académicas feministas…”

[55] Aimiris Sosa Valcárcel, Emelina Galarza Fernández, y Andrea Castro-Martínez, “Acción colectiva ciberactivista de ‘Las Periodistas Paramos’ para la huelga feminista del 8M en España.” Comunicación y Sociedad, 16 (2019), https://doi.org/10.32870/cys.v2019i0.7287.

[56] Ana Natalucci y Julieta Rey, “¿Una nueva oleada feminista? Agendas de género, repertorios de acción y colectivos de mujeres (Argentina, 2015-2018).” Revista de Estudios Políticos y Estratégicos 6, no. 2 (2018).

[57] Ana López Dietz y Hillary Hiner, “¡Nos quitaron tanto que nos quitaron hasta el miedo! Acción colectiva, emociones, repertorios y marcos estratégicos del tsunami feminista de 2018 en Chile.” Revista Páginas 14, no. 35 (2022), https://doi.org/10.35305/rp.v14i35.644

[58] Consuelo Díaz Muñoz, “Cartografías de feminicidios en ciudad Juárez: ellas tienen nombre, análisis de una propuesta articuladora de la memoria colectiva”, La ventana. Revista de estudios de género 6, no. 54 (2021).

[59] Guiomar Rovira Sancho, “El Devenir Feminista de la acción colectiva. Las multitudes conectadas y la nueva ola transnacional contra las violencias machistas en red.” Teknokultura. Revista de Cultura Digital y Movimientos Sociales 15, no. 2 (2018): 223–40. https://doi-org.uprrp.idm.oclc.org/10.5209/TEKN.59367.

[60] Rovira Sancho, “El devenir feminista de la acción colectiva.

[61] Mónica Szurmuk, and Claudia Torre. “Nuevos géneros, nuevas exploraciones de la condición de mujer: viajeras, periodistas y mujeres trabajadoras.” Mora 24, no. 2 (Buenos Aires, 2018): 191–202.

[62] Kasumi Iwama. “La Colectividad Feminista En el arte activismo,” Index Revista De Arte Contemporáneo 12, no. 12. https://doi-org.uprrp.idm.oclc.org/10.26807/cav.vi12.435.

[63] Shariana Ferrer-Núñez y Zoán T. Dávila Roldán, “Nosotras contra la deuda”, en Silvia Federici, Verónica Gago, Luci Cavallero (eds.) ¿Quién le debe a quién? Ensayos transnacionales de desobediencia financiera (Tinta limón ediciones, 2021), 51.

[64] Rocío Zambrana, “Subversiones caribeñas de la deuda.” Eidos Spe34, no. Spe34 (2020): 57–82. https://doi.org/10.14482/eidos.34.190.

[65] Cedeño Rodríguez Alejandra C, Heidi J Figueroa Sarriera, and University of Puerto Rico (Río Piedras Campus). Programa Graduado de Psicología. “El Uso De Las TIC en la Organización de Movimientos Feministas: El caso de la Colectiva Feminista en Construcción,” 2019.

[66] Ferrer-Núñez y Dávila Roldán, “Nosotras contra la deuda”, 46. 

[67] Ana Rivera Lassén. “Visiones futuras para otredades globalizadas”. Pág. 28.

[68] Tomado de su página de Facebook https://www.facebook.com/Colectiva.Feminista.PR/

[69] Ferrer-Núñez y Dávila Roldán, “Nosotras contra la deuda”, 42. 

[70] Ferrer-Núñez y Dávila Roldán, “Nosotras contra la deuda”, 57. 

[71] Ferrer-Núñez y Dávila Roldán, “Nosotras contra la deuda”, 59. 

[72] Ferrer-Núñez y Dávila Roldán, “Nosotras contra la deuda”, 59.